4.8.12

"Defenzoores" de animales

El amor por los animales, a veces puede superar la barrera de lo normal. Eso le dicen con frecuencia a Juliana Álvarez. Desde que tiene uso de razón, ha buscado la manera de ayudar a los más desamparados, haciendo referencia a los animales enfermos y viejos que se encuentra en la calle. 
Su labor social la ha llevado a mantener hoy mas de 160 animales entre perros y gatos, más una mula vieja. Los tiene en una casafinca y una familia se los ayuda a cuidar. Para ella, son sus muchachos.


Una labor que no termina


Juliana cuenta con el apoyo de su familia y unos amigos cercanos para conservar su  Hogar Amigo Fiel y como ella dice, darle calidad de vida a estos animales. Se ha inventado estrategias de todo tipo para mantener su labor. Entre ellas, un calendario para subsidiar la construcción de un lugar más apto para tenerlos.


Los perros bravos

De tantas historias de animalistas que hay en la ciudad, me topé con la de Amigos por siempre. Es una fundación que nació como rechazo al proyecto de ley 083 que pretende regular la tenencia de los denominados perros bravos. Ellos realizan caminatas y labores sociales para evitar que estos perros sean estigmatizados. Aquí está la nota: 
Dueños de 'perros bravos' no comparten proyecto de ley 083

La otra medicina veterinaria


Conocí la labor de Ángela Trujillo por un colega que la registró hace un buen tiempo. La contacté y fue muy especial conocerla y saber su percepción sobre otras formas de curar a los animales. Así como en los humanos la homeopatía ha mostrado beneficios, en los animales también es posible ver mejorías a problemas de movilidad, por ejemplo. Por eso les quiero compartir la historia de niño.

La esclavitud del siglo XXI

No sé si les ha pasado en algún momento eso de ir aplazando proyectos por cualquier circunstancia. Uno de mis proyectos aplazados era un informe sobre lo que se considera la esclavitud del siglo XXI, es decir, la trata de personas. 


La historia comenzó hace cuatro años cuando asistí a una rueda de prensa de la Organización Iternacional para las Migraciones y empecé a escuchar con atención de qué se trata ese delito que hoy tiene vacíos legales para su judicialización y del cual se estima que son víctimas, alrededor de 12 millones de personas en el mundo. También se dice que es el tercer negocio más lucrativo del mundo y que Colombia ocupa uno de los primeros lugares con mayor número de víctimas. 


Días después conocí la Corporación Espacios de Mujer. Me atrevería a decir que es la única entidad en la ciudad que conoce de cerca el drama de las víctimas de este delito que va en aumento y que registra día a día nuevos y aberrantes casos de mujeres, menores y homosexuales que caen en redes de trata de personas para ejercer la prostitución, el matrimonio servil y la mendicidad en otros lugares del mundo. 


La inquietud aumentó y empecé mi búsqueda de un caso que me pudiera retratar y casi dos años después conocí el de una chica de Medellín, contado por el IPC y me dediqué a tratar de contactarla. Nunca fue posible. 
Este año, retomé el tema y aparecieron otros igual de escalofriantes. Conocí el trabajo de unos jóvenes en la ciudad para la prevención de este delito, por estar en condiciones sociales vulnerables y me acerqué a pagar esa deuda profesional que tenía desde hace tanto tiempo. 


Para quienes deseen conocer el resultado, aquí está el informe que realicé para la sección Con Lupa de Noticias Telemedellin: Trata de personas, la esclavitud del siglo XXI

El ropero de la comuna 8

Por muchos años, la comuna 8 de Medellín ha sido escenario de guerras. La de los combos por controlar territorios, la de los desplazados por asentarse en algún espacio debajo de casitas de plástico y madera, la de madres y padres para que sus hijos no se pierdan entre esos laberintos empinados y terminen siendo los denominados 'carritos' de algunos despiadados que los meten al conflicto.
También está la de algunos jóvenes. Pero su guerra es por la vida y por buscar más oportunidades, la del Estado, por mostrar su poderío y la callada de otros que sin importar las difíciles condiciones de este lugar hacen ciudad. Me refiero a la Fundación Las Golondrinas en Villa Liliam.


La conocí, en esa búsqueda que hacemos a veces los medios por no estigmatizar lugares y me llevé maravillosas sorpresas. Su trabajo lleva años en este lugar y hoy tienen un comedor comunitario en el que atienden a más de 500 niños. Les dan un almuerzo, tal vez su única comida del día. En él trabajan madres que han sido apoyadas por esta Fundación, que son madres cabeza de familia. Golpeadas por la guerra, pero que con sus heridas cicatrizadas se remangaron para cocinar.







Claro que el programa que me pareció más conmovedor fue El Ropero. Un espacio donde llega todo tipo de ropa, que unas señoras muy prestantes de la ciudad recogen para vender. Ustedes se sorprenderán con los precios. Miren por qué: El Ropero de Villa Liliam
Su labor no para ahí. Ahora adelantan la construcción de un colegio para 500 niños, a punta de gestión con grandes empresas de la ciudad.


Medellín está llena de contrastes, aunque eso no es tan nuevo como las veces en que uno la recorre y se sorprende con esas historias de esperanza.
Les comparto la construcción del colegio de la Fundación Las Golondrinas

El papá de las montañas

Literalmente, Mark Kaseman un neoyorkino cincuentón, se enamoró de Medellín.
Hace unos siete años llegó a Colombia en un trabajo de voluntariado que lo llevó a la capital antioqueña y allí conoció el asentamiento Regalo de Dios, o El Albergue
Es una zona ubicada en una especie de frontera entre Bello y Medellín habitada por desplazados, en su mayoría. 

Llegó como caído del cielo para cientos de niños, especialmente, pues su trabajo se ha centrado en hacerlos más felices, enseñarles el valor de los sueños, la importancia de estudiar y prepararse para tener opciones de un futuro mejor. 

Esta historia la conocí por un artículo de El Colombiano y logré hacer el contacto con Markus que en su español a medio hablar me contó las peripecias para visitar este asentamiento a diario. 
Èl vive en Envigado y cada día toma el Metro, el Metrocable y luego una buseta que lo lleva a ese polvoriento lugar, donde adecuó la sede de su fundación, Ángeles de Medellín

Es un espacio pequeño, con cinco computadores, algunas mesas y juegos, donde los niños del sector llegan a aprender un poco de inglés, pasar la tarde, hacer tareas, conversar con él y a lo mejor, olvidarse de que son los olvidados de dos ciudades que ni los reconocen.

¿De qué vive Mark?

De donaciones, principalmente. Su perfil en Facebook, le ha servido para que sus amigos repliquen su obra y se enamoren también de los niños de Regalo de Dios. Él ha recibido varios voluntarios del Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y hasta de otros lugares de Colombia. 

Esta red social le ha servido para que le donen muletas para personas de esa zona con dificultades para caminar, computadores, libros, juegos, dinero para hacer fiestas en fechas especiales como halloween y navidad. 

Mark, es reconocido como el papá de las montañas porque las conoce, las reconoce como suyas también, las ha caminado, ha conocido, lejos de su lugar natal, un motivo para vivir y servir. En las montañas ubicadas entre Medellín y Bello, los pasos de un 'gringo' dejan huella de esperanza.
Esto es Ángeles de Medellín, el sueño de un neoyorkino, en la sección ¡Qué personaje!, de Noticias Telemedellin